Verdades Bíblicas
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“Y algunos cayeron sobre espinos”

Continuando con la gente de la tercer categoría de la parábola del sembrador: se trata de aquellos que escucharon la Palabra, “pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa1”. No es que esta gente no haya recibido la Palabra; aquellos no recibieron la Palabra porque no la entendieron y satanás se las robó inmediatamente, estos pertenecen a la primer categoría. Más bien, los de la tercer categoría tenían el corazón abierto a la Palabra pero tenían - o en el camino adquirieron - también la disposición para con el mundo, o sea los placeres y afanes de este mundo así como el engaño de las riquezas. Esas fueron espinas que ahogaron la Palabra y la volvieron infructuosa. Nos damos cuenta que no basta con tener la Palabra para poder dar fruto. La Palabra por sí misma no se vuelve fructífera si lo que compite contra la Palabra misma, esto es: afanes de este mundo (afanarse por lo que al mundo le importa2), el engaño de las riquezas y los placeres de esta vida, no están extirpados. Si esta extirpación no sucede, el resultado es mundano, “cristiano” infructuoso. Puede que conozca y que originalmente haya conocido la Palabra pero ¡no hay fruto! Las otras cosas que no están aun extirpadas la hacen infructuosa.

Sin duda, así como el Señor lo explicó muy claramente es imposible servir a dos amos. A largo plazo, uno de los dos tendrá que marcharse:

Lucas 16:13
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno o menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”

Y como Él de nuevo nos advierte en Lucas 21:24:
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.”

Y Juan también nos dice:

1 Juan 2:15-17
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”

Y Santiago, llamando adúlteros y adúlteras a aquellos que van tras el mundo dice:

Santiago 4:4
“Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”

Un adúltero es aquel que está casado con alguien pero se va o con o desea a otra persona. Aquellos que van tras el mundo, tras los afanes de este siglo, las riquezas, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida son los llamados adúlteros. ¿Porqué? Porque abandonaron a Cristo, el novio y se fueron en pos del mundo.

Volviendo a la parábola del sembrador, aquellos de la tercera categoría, han seguido el engaño de las riquezas o servir a otros señores (afanes y placeres de este mundo etc.) y por lo mismo no pueden servir a Dios al mismo tiempo.

Ahora, la pregunta crítica es: ¿Esta categoría infructuosa, si permanece así y no se arrepiente, entrará en el reino? Por ponerlo de otro modo: en cuanto a la salvación se refiere, ¿importa verdaderamente si la fe de alguien es una fe fructífera o está bien? y ¿no hay problema si alguien permite que la Palabra de Dios se ahogue, esto es que sea efectivamente muerta, mediante su amor simultaneo por el mundo? ¿Está bien que alguien que ha confesado a Jesús como su Señor lo abandone para servir a otros señores? ¿Qué pasará en este caso? No necesitamos pensar la respuesta. El Señor mismo ya la ha respondido hace ya más de 2000 años y hacemos bien al poner atención a Su respuesta. Por cierto, Su respuesta también aplica claramente a aquellos de la segunda categoría de la parábola, esto es, aquellos que creyeron “por algún tiempo”:

Juan 15:1-8
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.”

Creo que la respuesta del Señor no deja lugar a duda: la única forma de llevar fruto es permaneciendo en la vid, en Él. La gente que no lleva fruto es gente que no permanece en la vid y si eso no cambia será recogido y echado al fuego. ¿Qué significa esto para la tercer categoría de la parábola del sembrador? Significa que si no se arrepienten, regresando a la vid y de ese modo llevar fruto, permaneciendo en la vid, el fruto que marca a alguien como verdadero discípulo de Cristo, van a terminar como las ramas secas del pasaje anterior, esto es, serán “recogidos y echados al fuego” Ya sé que tal vez aquí acabo de ofender a algunos lectores, pero ¿dije yo esto? No, de lo contrario esto es algo que el Señor mismo dijo hablando a Sus más cercanos discípulos y en la mera noche de Su arresto. Ahora, ¿lo que dijo fue sorpresa? ¿Fue esto que dijo algo extraño? No, si entendemos que un cristiano verdadero no es aquel que hizo una confesión sino que después prácticamente abandonó la fe o de hecho nunca practicó lo que confesó. Más bien, un cristiano verdadero es aquel que trata de vivir, practica - con cualquier error o errores que puedan venir en la práctica - su fe. Si hemos confesamos que Jesús es Señor, y aun así verdaderamente no lo hemos hecho nuestro Señor, entonces es obvio que nuestra confesión no ha sido honesta o puede que fuera honesta en el pasado pero ahora ya no lo es. Si lo que confesamos es verdad solo se puede probar mediante un solo estándar: el fruto que llevamos, el cual es posible si permanecemos en la vid, en Cristo. Lo vimos en el pasaje anterior de Juan 15 donde el Señor dijo: “lleven mucho fruto, esto es, MEDIANTE EL LLEVAR FRUTO – probarán que son mis discípulos”. Por lo tanto, el fruto que llevamos es la prueba de si somos o no discípulos de Cristo.

De hecho, el Señor dio la misma medida, la medida del fruto, para ayudarnos a discernir entre falsos y verdaderos profetas:

Mateo 7:15-20
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.

A muchos les da miedo hablar del fruto, porque creen que disminuye la gracia. ¡Pero no es así! ¿A caso no puede un árbol de manzanas producir manzanas? Los árboles producen fruto y la semilla de la Palabra, cuando se cuida, hace exactamente eso: producir fruto. La fe viene primero, luego sigue el fruto. ¿Sería natural que árboles frutales no produjeran fruto? ¿Estarían sanos esos árboles? Si tú tuvieras un árbol de esos en tu jardín y obviamente esperas que de fruto, así como Dios espera de nosotros, si no lo produjera ¿a poco dirías: “no importa”? No, no creo que lo hagas.

El fruto es algo absolutamente natural para un cristiano y también es absolutamente antinatural cuando éste falta. Como Efesios 2:8-10 aclara:

Efesios 2:8-10
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

No somos salvos mediante el hacer buenas obras, pero estamos creados para hacer buenas obras. “Creados para” significa que ese es nuestro destino, nuestro propósito. Por decirlo de otro modo: los automóviles están “creados para” llevarnos de A a B. Los trenes están “creados para” ir por las vías del ferrocarril. El árbol de manzana está “creado para” producir manzanas. Del mismo modo, “estamos creados en Cristo Jesús para buenas obras”. Por lo cual, las buenas obras y la fe van de la mano. Si estamos en la fe no tendría sentido decir que no importa si llevamos fruto o no, como corresponde a los que están en la fe. Sería como decir que tenemos un automóvil y que no importa si funciona o no.

Esas obras, siendo fruto de una fe genuina, sí importan y Santiago lo deja muy claro en su epístola:

Santiago 2:14-16
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.”

“La fe sin obras es muerta”, exactamente así como un cuerpo sin espíritu está muerto. En otras palabras, la fe infructuosa no existe, la fe infructuosa está muerta y una fe así claramente no nos lleva al reino de Dios.

Vamos a extender un poco más este crucial tema de las obras, Pablo nos dice varias veces:

Tito 2:13-14
“aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”

Tito 3:1
“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.”

2 Timoteo 2:20-21
“Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.”

Y 2 Timoteo 3:16-17
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”

La Escritura, la Biblia, no está ahí para darnos conocimiento mental. Tampoco para hacer del hombre de Dios un teólogo teórico. Es para completar al hombre de Dios, fructífero, equipado para lo que está destinado a hacer: toda buena obra.

Volviendo a la parábola del sembrador, solo la cuarta categoría produce fruto:

“Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento... Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”

La segunda y tercer categoría de gente escuchó la Palabra pero no la retuvieron. Pero esta categoría, escuchó la Palabra de Dios y la retuvo con un corazón bueno y honesto y dan fruto con perseverancia. Por lo cual, para producir fruto necesitamos retener la Palabra con un corazón bueno y honesto y con paciencia produciremos fruto. Esa es la clave. Si después de recibir la Palabra permitimos que otras cosas nos absorban y nos aparten de la vid entonces no produciremos fruto. Guardando nuestro corazón con toda vigilancia (así como dice Proverbios 4:23), arrepintiéndonos de viejas prácticas y renovando la mente a lo que la Palabra de Dios dice es muy crucial para el resultado de la Palabra.

Para cerrar este capítulo: que todos estemos en la cuarta categoría y nunca la dejemos. Que todos aquellos de nosotros que no estén en esta categoría regresen, permaneciendo en la vid y produzcan mucho fruto para la gloria de Dios y que demostremos que verdaderamente somos Sus discípulos. Que podamos revisarnos a nosotros mismos y si vemos espinos que podamos desarraigarlos y echarlos fuera, en vez de básicamente engañarnos a nosotros mismos haciéndonos creer que podemos vivir con ellos. No podemos. Son ellos o el Señor. Uno de los dos va a tener que irse y nosotros escogemos quién.

 

Autor: Anastasios Kioulachoglou

 

 

 



Notas al pie

1. Para evitar malos entendidos la frase “ y se volvió infructuosa” no significa que de algún modo era fructífera. Esto es obvio en Mateo 13:22 que dice “y se hace infructuosa”.

2. Aquí hay que hacer una aclaración: ir a trabajar para proveer a tu familia no es un afán que te apartará de Dios. De hecho, ¡es una obligación! Sin embargo, ser un adicto al trabajo es un afán que te apartará de Dios! Básicamente “afanes de este mundo” significa afanarse por lo que el mundo se afana, haciendo lo intereses del mundo intereses tuyos y una forma de vida.

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