Verdades Bíblicas
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Soy un hijo de Dios y eso no se puede cambiar

Este argumento es como sigue: “Soy un hijo de Dios y eso es algo que nadie me puede quitar. Aquel segundo en el que creí, nací de nuevo y el trato se selló. Soy salvo independientemente de lo que haga en mi vida. ¿Puede a caso un hijo dejar de ser hijo?

Mi comentario:

Este argumento utiliza la analogía de una física condición de hijo de acuerdo a la cual “una vez hijo, siempre hijo”. Pero, ¿cuál es la validez de este argumento en el terreno espiritual? Por ejemplo, a los ángeles también se les llama hijos de Dios en la Biblia. Todos ellos, incluso los caídos (Génesis 6:2) e incluso el mismo Satanás (Job 2:1). ¿Significa eso que todos ellos aún lo son, efectiva y verdaderamente además de tener compañerismo y disfrutar lo que Dios tiene para aquellos que verdaderamente pertenecen a Su familia? No. En Génesis 6 leemos sobre ángeles que apostataron. Ahora están en el abismo, en una prisión de oscuridad esperando el día del juicio (2 Pedro 2:4). ¿Puede Satanás esperar alguna otra cosa además de su total destrucción, solo porque alguna vez fue un ángel de luz? No, no puede. Además: ¿el hecho de que ellos fueron hijos de Dios – así como también era Adán - les prohibió caer y acabar - así como va a suceder – en el lago de fuego? No. Entonces ¿porqué es que algunos de nosotros consideran que ser un hijo de Dios, porque alguna vez creímos, en realidad significa que no tenemos obligaciones y que también podemos ser hijos pródigos y que aun tenemos al Padre que nos acepta de regreso, sin que nos hayamos arrepentido y volvamos a Él? Recuerda al padre en la parábola del hijo pródigo: ¡recibió a su hijo de regreso con gozo! Pero ¿cuándo? Cuando se arrepintió y volvió a casa. Puedo haber escogido seguir donde estaba y morir solo en algún lado. Pero no lo hizo así. Sino que se arrepintió, regresó a casa y eso fue lo que hizo toda la diferencia. En cuanto a nosotros, Pablo aclara:

Romanos 8:12-14
“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”

Nos convertimos en hijos de Dios mediante la fe en Jesucristo (Gálatas 3:26). Pero entonces, ¿porqué el mismo apóstol dice aquí: “porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”? ¿Qué significa ser guiado por el Espíritu de Dios? Significa ser manejado por la voluntad de Dios, permanecer en la vid y dejar que Su Palabra permanezca en nosotros. ¿Puede alguien ser guiado por el Espíritu, si no permanece en la vid, en Cristo? No puede. Por lo tanto, lo que básicamente Pablo nos está diciendo aquí es que los verdaderos hijos de Dios son aquellos los cuales no son guiados por la carne, la vieja naturaleza, sino por la nueva naturaleza, el Espíritu, Cristo en nosotros. También vimos previamente, en Lucas 8:20-21, a Jesús aclarando esto cuando dijo:

“Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.”

Los verdaderos hijos de Dios, verdaderos hermanos y hermanas en Cristo son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la hacen. Las personas que han dejado la fe, personas que van en pos del mundo, sus riquezas, placeres o que se regresaron por tribulación y/o tentación, personas que ya no permanecen en la vid, en Cristo, están claramente excluidas de aquellos que Jesús, y también Pablo en Romanos, consideran como verdaderos hijos de Dios. ¿Qué debería de hacer alguien si se encuentra en esa categoría? La respuesta es arrepentirse y regresar y nuestro amado Padre. La parábola del hijo pródigo es un buen ejemplo:

Lucas 15:20-24
“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”

 

Autor: Anastasios Kioulachoglou

 

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