Verdades Bíblicas

Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3:16-18) (PDF) Edición en PDF

Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3:16-18)

En Daniel 3 leemos sobre Sadrac, Mesac y Abed-nego. Estos hombres, junto con Daniel, habían sido puestos en posiciones de autoridad en la provincia de Babilonia (Daniel 2:49). Eran judíos devotos, a quienes “Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias” (Daniel 1:17), y a quienes Él había impulsado a esas posiciones de autoridad. Debido a su posición, probablemente disfrutaban muchas cosas que no solo los judíos, sino también la mayoría de los nativos del lugar no disponían. Ciertamente estaban bendecidos. Sin embargo, un día la situación cambió. Nabucodonosor, su jefe, había hecho una imagen de oro y les pidió a todos que la adoraran. Todos los del reino tenían que adorar la imagen y si alguien desobedecía, serían arrojados al horno de fuego. Así que, Sadrac, Mesac y Abed-nego enfrentaron el reto. ¿Seguirían la orden del rey defendiendo sus vidas, sus bendiciones, sus familias, sus posiciones y luego diciéndole a Dios seguramente “lo siento”, u obedecerían a Su Palabra, y nunca se hincarían ante el ídolo? Daniel 3:8-12 nos dice que finalmente escogieron la segunda opción. Entonces, los llevaron frente al rey, y aunque estaba muy enojado con ellos, decidió darles una oportunidad: “si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” (Daniel 3:15), les dijo. Luego, Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron:

Daniel 3:16-18
“Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.”

Sadrac, Mesac y Abed-nego habían determinado que de ninguna manera iban a adorar al ídolo. Aunque sabían que Dios los iba a liberar, no lo dieron por hecho. Obedecieron a Dios incondicionalmente, y si Dios no los hubiera liberado (“Pero si NO”) aún así no adorarían a los ídolos del rey. (“Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.”). Como Daniel 3:28 dice: entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Su respuesta hizo enojar aún más al rey y calentaron el horno aún más. Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron arrojados ahí de inmediato. Luego, algo inesperado dejó al rey y a sus consejeros perplejos: en vez de que se quemaran de inmediato, estos muchachos caminaban dentro del horno, y no estaban solos sino con alguien cuya forma era “como de un hijo de Dios” (Daniel 2:25). Inmediatamente el rey ordenó que los sacaran. Su respuesta se registra en los versos 28-30:

Daniel 3:28-30
“Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.”

Algunas veces, en lo que nos enfocamos en pasajes como este es en las bendiciones y en la liberación de parte de Dios. Y sí, claro que debemos prestarle atención a eso. Pero lo que quisiera ahora señalar, es la obediencia de esos tres hombres, y especialmente el hecho de que era incondicional. En verdad, estos muchachos no obedecerían a Dios solamente si Él los liberaba, sino que aún si no fuere así. Volviendo esto a nosotros, deberíamos obedecer a Dios incondicionalmente, porque hemos decidido someternos enteramente a Él. La fuente de nuestra obediencia es la subordinación incondicional. Por supuesto que Dios puede liberar, aunque nuestra obediencia no esté basada en eso o en cualquier otra condición.

Anastasios Kioulachoglou

Español: Aleida López de Steinmetz
Versión Bíblica: Reina-Valera 1960