Verdades Bíblicas

¿Qué tan lejos ves? (PDF) Edición en PDF

¿Qué tan lejos ves?

Hoy fue un día muy importante para mí. Durante años estuve sufriendo de miopía. “Solo el ojo derecho…1.75. Puedes usar lentes si quieres”, el oftalmólogo me dijo hace algunos años. Podía trabajar, manejar, hacer todo lo que estaba haciendo, pero no todo estaba tan claro como antes lo estaba. Pero como quiera, con los años se te olvida como veías antes. Vives como más “borroso” que el mundo normal, con menos claridad en lo que ves y te acostumbras a la idea de que es normal. Pero yo sé que así no era. Y sé, que a pesar de la miopía… todavía podía vivir así. Nada muy urgente. “Me lo hago cuando tenga tiempo”. Por supuesto que nunca tuve tiempo porque nunca hice el tiempo o porque en lugar de tiempo estaba solo poniendo excusas. Así que la miopía estaba ahí siempre. Pero este sábado pensé, “¿por qué no?”… un amigo me ha dicho que en las ópticas alemanas te revisan los ojos gratis y te dan los lentes o pupilentes necesarios. Ya lo había intentado antes, pero ningún empleado de la tienda hablaba inglés y puesto que no hablo nada de alemán pues ahí quedó. Pero ahora, con mi “ein bischen” (poquito) alemán, pude hacerlo. Así que fui. Me mandaron al primer piso donde un empleado me mediría la miopía y me diría qué hacer. Estaba afuera esperando en el sofá…. La empleada tenía otra cita. Mientras esperaba pensé “¿Qué estoy haciendo aquí en sábado por la tarde? Descartemos esta idea de los lentes y vámonos al de compras. ¡Es sábado! Pero esta vez sentí que me debía quedar. Así que llegó mi turno. El empleado midió la miopía, ya había aumentado 2.25 e hicimos una cita para ese día a las 16:40 para los lentes. Llegué a tiempo y empezamos… Ella me iba a poner los lentes y luego yo iba a hacerlo solo. Antes de que ella lo hiciera, le pedí que me diera un minuto para ver el mundo exterior sin lentes para luego ver si había alguna diferencia. Así que vi hacia afuera afuera por algunos segundos y comenzamos. Inicialmente mi ojo se resistió a ver su dedo dirigirse a él (“¡¿un dedo en mi ojo!?”) pero al fin lo logró. Luego volteé a ver a afuera. ¡Ay Dios! Todo aquel mundo borroso ahora estaba muy CLARO. Todo parecía estar más vivo. Las etiquetas que no podía leer, ahora podía. ¡Eso me gustó y mucho! Le dije. “Ok, ahora es hora de que usted lo haga solo”, me dijo. Y después de que traté unos minutos lo hice, pagué y me fui. Lo primero que vi fueron los rascacielos del centro Frankfurt. Los había visto cientos de veces, pero por primera vez estaban tan ¡CLAROS! Las luces en ellos, los edificios de alrededor, la gente por todos lados, todo está MUY CLARO. ¿Cómo me pude perder eso los últimos años? Yo sé cómo… Porque en lugar de tener lo que Dios había planeado para mis ojos, lo cual era ver claro, preferí el compromiso –porque eso es lo que es en realidad- “sobrevivir”. Eso es así: “Puesto que sobrevivo, puesto que vivo, puesto que veo un poco, estoy bien”. Al compromiso de sobrevivir no le importa si en verdad VIVES en la vida abundante que Dios tiene planeada para ti. Sino que dices: “ve, solo ve… sobrevive… trata de hacerla de alguna manera… ya lo harás perfecto después”.

Y así es como pensamos con nuestra vista espiritual también. La vista espiritual tanto como la vista física puede que sufran de miopía. No sucede instantáneamente. Es un proceso largo. No me levanté un día con la miopía. Pasaron años. Así igual con la miopía espiritual. No sucede instantáneamente. Se desarrolla. Un compromiso ahí, otro allá y…. lo tienes. “Un poco de levadura leuda toda la masa” dice la Palabra (1 Corintios 5:6). De repente un día estás frente a un reto que años atrás hubieras podido pasar muy fácilmente y ahora tienes miedo. Parece que tu fe no es suficiente como para ayudarte a afrontarlo. O te comparas con la relación que antes tenías con el Señor y donde estas ahora y te das cuenta de que algo se ha perdido. ¡No estás tan vivo como antes! Puedes ver las cosas que están cerca, las bendiciones, tu trabajo, hogar, etc. pero las cosas a lo lejos, aquellas que pertenecen al reino, parece que solo las ves borrosas. Te parecen borrosas y eso es porque sufres de miopía espiritual. Lo primero que hay que hacer es reconocerla. Yo padecía la miopía mucho antes de descubrirlo. Lo descubrí accidentalmente en el ejército cuando tuve que disparar un blanco a 400 metros de distancia y muy difícilmente podía verlo. Pero la miopía no comenzó en ese momento. Estaba ahí desde hacía mucho tiempo. Sabía que algo no estaba bien con mis ojos… no podía ver como antes cuando tenía 20 años. Así que algo andaba mal. Pero cuando lo entendí fue hasta el momento que tenía que disparar y difícilmente podía ver el blanco. Del mismo modo con la miopía espiritual. Puede que esté ahí. Sabes que algo no está bien. No sabes qué es, pero sabes que algo no anda bien en tu relación con Dios en comparación como era antes. No es la misa relación VIVA que tenías. Y en algún momento el Señor comienza a revelarte que algo anda mal con los ojos de tu corazón. El corazón ya no ve tan lejos como antes. Un día vas a donde hay muchos nuevos creyentes, por ejemplo a una noche de alabanza y adoración y te preguntas porqué brincan y saltan y están tan contentos y tú te pones celoso y al mismo tiempo y te preguntas porqué tú no eres como ellos, aunque tú también eras así en el pasado. Ahora te has ENFRIADO. Ya no puedes ver tanto como ellos y como antes podías ver. Sufres de miopía espiritual y ¡necesitas reconocerlo! Y luego, como con la miopía física, tienes dos opciones. Una es el compromiso de sobrevivencia. De acuerdo a eso… “No necesito hacer nada. No necesito cambiar; es menos de lo que necesito, pero no importa. La voy a hacer. Sobreviviré. Todavía hago cosas para Dios. Voy a la iglesia y oro, aunque es muy seco y mucho menos que antes”. Te comprometes y simplemente te vas. No te importa si la vida que vives es menos de lo que Dios tiene para ti, menos de lo que tú mismo has experimentado en el Señor. Simplemente te vas. Haces… como todos los demás… ¡COMO EL MUNDO! Te has comprometido. Tu [espero que nadie caiga en ese “tu” y también espero que todos nos examinemos a nosotros mismos] eres Laodicea. Y a ti el Señor te habla:

Apocalipsis 3:14-19
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”

Observa que el Señor no dice: “estas bien, te puedes quedar así. Eres tibio pero no importa. Solo sigue”. Él dice “Sé, pues celoso y arrepiéntete” Ser tibio es PECADO por el cual ¡tenemos que arrepentirnos! ¡Ese no es un estado aceptable para el Señor! El único estado aceptable es ¡el ser CELOSO! Así es como te quiere. Quieres que hiervas por Él. ¡El compromiso de sobrevivir es pecado! Si estas en la iglesia de Laodicea, y sé que muchos de nosotros estamos, el camino correcto NO es el continuar así. Es VOLVER. Y… tengo buenas noticias para ti. Jesús tiene el colirio, los lentes que tus ojos necesitan. Jesús tiene las vestiduras blancas que tu cuerpo necesita. Jesús tiene el oro refinado en fuego para hacerte, a tu corazón, rico. JESUS ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. Él tiene todo lo que tú necesitas para volverte a hacer sentir vivo. Pero necesitas volver. Arrodillarte y arrepentirte. El “sobrevivir” es una mentira. De hecho es muerte. Solo mediante el arrepentimiento y regresar es como volverás a ver y volverás a VIVIR de nuevo con vida abundante, la vida del CORAZÓN, que Jesús vino a darte (Juan 10:10).

Apocalipsis 3:20-22
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Anastasios Kioulachoglou

Español: Aleida López de Steinmetz
Versión Bíblica: Reina-Valera 1960