Verdades Bíblicas
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Dios como máquina de bendiciones ¿Es Él algo así?

Vamos a hacer un paréntesis de lo que vimos en esta sección, me sorprende, dadas las solemnes advertencias de la Escritura en cuanto al deseo de volverse rico, que este mero deseo se cultiva desde los púlpitos de algunas iglesias y muy frecuentemente a través del llamado “medio cristiano” y los predicadores que aparecen en el. A la gente se le dice y se le enseña a dar abundantemente a tal o cual ministerio (muchas veces esto sucede bajo la amenaza no válida del diezmo – ver mi libro: “El diezmo, el dar y el Nuevo Testamento”) con la promesa de que si lo hacen entonces Dios está obligado a “bendecirlos” financieramente. Así que Dios es visto como una máquina de bendiciones donde por un lado uno pone su dinero y su “creencia” (por “creencia” normalmente se refiere a confesiones positivas a través de las cuales la persona que las hace intenta persuadirse así mismo que lo que está pidiendo va a suceder) y por el otro lado, a cambio Dios derrama Sus bendiciones con salud y prosperidad siendo estás las primeras en ser solicitadas. Sin embargo, como queda claro en las Escrituras y por tradición, ninguno de los apóstoles ni por supuesto tampoco Cristo eran ricos. De hecho, de acuerdo a la tradición TODOS los apóstoles, excepto Juan, fueron asesinados por su fe. A pesar de este hecho las iglesias de los predicadores del evangelio de la prosperidad están llenas con miles de personas. Y aunque no tengo un número para apoyar esto, estoy seguro de que van a pasar por una prueba muy grande cuando se den cuenta, y yo creo que se van a dar cuenta, que Dios a pesar de Su misericordia, paciencia y gracia no funciona como una máquina de bendiciones. No puedes poner a Dios en una caja como básicamente lo presentan los – predicadores - del evangelio de la prosperidad. Quisiera que esto fuera una historia de ciencia ficción pero desafortunadamente no lo es. Sucede ahora y le sucede a muchos. Yo los entiendo a todos ellos, porque yo era uno de ellos, alejado por las promesas de gente que decían que mi vida sería básicamente libre de problemas y exactamente así como yo la quería. Pero en algún punto de mi vida me di cuenta de lo mucho que había sido engañado. Me di cuenta de que me tenía que someter a Dios en vez de que Dios se sometiera a mi. Me di cuenta que en Hechos 12, antes del ampliamente conocido y predicado registro de Pedro siendo milagrosamente liberado de la prisión, tienes el registro del apóstol Santiago, hermano de Juan, muerto por espada. Un apóstol fue liberado mientras que el otro no. Al final, incluso el que había sido liberado (Pedro) murió, después de algunos años, con muerte de mártir, así como Santiago algunos años antes. Algunos olvidan este dato. La idea que algunos tienen en la mente es que Dios los va a liberar de cualquier pequeña dificultad para que puedan vivir en “bendición” y felices (ricos, prósperos, etc.) por siempre hasta que sean viejos. El sufrir por Cristo ni siquiera les ha cruzado la mente, porque en su opinión Dios está ahí para librarlos de TODO sufrimiento. Y así la Biblia dice (y esto es solamente un ejemplo):

Romanos 8:16-17
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”

2 Timoteo 2:3
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.”

2 Timoteo 3:12
“ Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución

Hechos 14:21-22
“Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.”

Muchos piensan que el sufrimiento no es algo relevante para ellos, porque Cristo ya sufrió por ellos. Declararán con osadía la primera parte de Romanos 8:16-17 esto es, “somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”. Pero el pasaje no termina ahí, continua con un “si”, una condición para lo anterior, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Sufrir por causa de Cristo es un honor. Lo que le pasó a Santiago y a todos los apóstoles (martirio) fue un honor, no solo un acontecimiento. Los apóstoles mismos veían el sufrimiento por causa de Cristo como algo porqué regocijarse:

Hechos 5:40-41
“Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.

A la luz de todo esto, me gustaría que nos hiciéramos una pregunta. Tácito era un historiador romano y testigo ocular de la primer persecución estatal iniciada por Nerón (64-67 DC). Escribió sobre los eventos respectivos:

“En sus meras muertes ellos (se refería a los cristianos) fueron hechos sujetos de deporte, porque eran cubiertos con pieles de bestias salvajes y acosados a morir por perros, o crucificados, o quemados y cuando anochecía esos fuegos eran usados para alumbrar por la noche. Nerón ofrecía sus jardines para ese espectáculo” (Crónicas, Libro XV, pagina 44).

Nerón quemaba cristianos y esos fuegos servían para iluminar por las noches los jardines de Nerón. ¿Podemos visualizar esto? Ahora, mi pregunta es la siguiente: ¿Qué haríamos si un soldado viniera a nuestra casa a llevarnos lejos de nuestra familia y nuestras “bendiciones” para quemarnos, a menos que negáramos al Señor? ¿Irías? O ¿negaríamos al Señor y la fe para salvar nuestras bendiciones, porque tal vez pensamos que ese Señor, dado que es todo amor, escogería cerrar los ojos? ¿Qué haríamos si Dios no nos concede nuestro más precioso deseo (esposa, hijos, trabajo, salud, etc.)? No estoy diciendo que no lo haga, hablo hipotéticamente. ¿Aún así lo seguiríamos sin condiciones? Que cada uno de nosotros responda por sí mismo.

 

Autor: Anastasios Kioulachoglou

 

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